VIDA EN AZUCAR. CAPITULO 7: CALIDAS MENTIRAS.

 Entonces... si no era quien había conocido al ángel y no era quien yo creía ser ¿Quién era? ¿En que me había convertido? 

Definitivamente no era quien quería ser. Pero tampoco era quien solía ser. 

Nuevamente desesperada, encontré otra salida. Cerca de la casa de las hadas, había una cueva, con una que otra filtración de agua. Enojada, me metí a la cueva. Me acosté bajo una gotera y deje que el agua me disolviera. Que acabara con este cascaron de infelicidad que protegía a un alma que solo esperaba desvanecerse. 

Acostada ahí, no pude evitar pensar en el ángel, debía estar feliz, volando lejos, riéndose de  mi dolor. Seguramente seguía planeando en el cielo con esa arpía que encontramos un día menos casual de lo que pude suponer. 

Cuando conocimos a la arpía, el ángel quedo anonadado, ¿y como no hacerlo? era una mujer hermosa, de largas alas y plumas que brillaban como el oro. Durante todo el tiempo que estuve junto al ángel, dijo que la arpía solo era un ser alado más en el cielo. Pero yo sabía bien de sus vuelos nocturnos, de su costumbre de competir por quien subía más alto. De sus momentos especiales. De sus mentiras. Pero siempre quise negarlo. Siempre quise apartar la vista. 

Como humana, me gusta creer en mentiras. Me gusta creer en la calidez que proporciona el engaño. Me gusta imaginarme cosas que me hagan dulcemente feliz. 

Como humana, me gusta imaginar. Fingir. Me gusta creer que esto no es todo. 

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