VIDA EN AZUCAR. CAPITILO 1: ESCALERAS DE ALGODON

Era un día normal. Una mañana normal, de briza fresca y amanecer de postal. Ese día conocí al ángel. Era más pequeño de lo que podía imaginarme, sus alas apenas sobresalían por su espalda y su aureola, apenas y brillaba. Pero aun así me enamore de él. Era el ángel más tierno que había avisto jamás. Lo resguarde bajo mi capa y le acompañe mientras sus alas crecían. 

Cuando sus alas crecieron suficiente, me llevo a volar con él. Presa del pánico y emocionada por su contacto, me deje llevar por él. Estaba contenta. Nunca en mi vida había volado  tan alto. En unos de nuestros viajes surcando el cielo, llegamos a una ciudad de azúcar, todo era dulce y empalagoso. Era el espacio perfecto para una pareja nueva. 

Mientras avanzábamos entre las casas de caramelos, pensamos en cual de todas podríamos vivir. Hablamos sobre desayunar waffles con helado todos los días, comer manzanas acarameladas y cenar hotcakes con crema batida. Hablamos de la posibilidad de crear una vida de azúcar, con hijos de bombones y un perro de gomita. 

Al  principio, tanta azúcar me parecía empalagosa, hacia que me doliera la cabeza y el estomago, pero entonces mi cuerpo se logro acostumbrar. 

Mientras mi cuerpo se acostumbraba, encontramos unas escaleras, parecían solidas, él iba volando de mi mano mientras yo subía  paso seguro escalón tras escalón. Mientras íbamos subiendo, el mundo de caramelo se veía más y más lejos y la tierra de los mortales, parecía casi una casita de hormigas. 

Subimos hasta que el aire se hizo escaso. Cada paso era más duro que le anterior. Mi ángel dejo de poder volar y camino a mi lado, seguimos subiendo y subiendo. Mientras  más ascendíamos, comenzábamos a discutir sobre lo difícil que era, lo pesado del trayecto y nos culpábamos mutuamente por las decisiones que no tenían relevancia.

Entonces, cayeron unas cuantas gotas, unas muy ligeras, apenas una briza. Y solo eso basto. Solo con eso, la escalera que se veía solida y segura se fue desintegro, cual  algodón de azúcar. 

En cuanto nuestros pies se vieron sujetos solo por el aire, él desplego sus alas surcando una corriente de aire fresco con olor a menta. Mientras él se suspendía yo caía, atravesando nubes  de diferentes olor y colores, tu te alzaste imponente. Mirándome desde tu altura, indiferente. Casi burlón. 

¿Te divierte mi dolor?


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